viernes, 24 de agosto de 2012

El fracaso escolar

Anda preocupado mi amigo Silvestre por las cifras de fracaso escolar de los alumnos canarios de la ESO. En la última Evaluación General de Diagnóstico llevada a cabo por el Ministerio de Educación en todas las comunidades autónomas del país,  los resultados no pudieron ser más desalentadores. Canarias obtuvo los peores datos de todas las regiones -si exceptuamos Ceuta y Melilla- en competencias básicas instrumentales como son Matemáticas y Conocimientos Lingüísticos. La anterior titular de la Consejería de Educación del Gobierno de Canarias, Milagros Luis Brito, había ido escamoteando a la opinión pública de las islas lo que era un secreto a voces: el bajísimo nivel de rendimiento académico de nuestros alumnos en los tramos de la enseñanza obligatoria. Así el alumnado del Archipiélago fue excluido del Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos (PISA) que se realiza entre los países de la OCDE para analizar las competencias educativas de los alumnos, lo que a la susodicha consejera, le parecía en 2007 bien ya que, según ella, “hay cosas que no tiene que venir nadie de fuera a decirnos”.


Es como si dijéramos, asevera  Silvestre, que la mejor manera de no tener enfermedades es no ir al médico ni hacerse nunca un chequeo. O que te lo haga un amigote de farra siguiendo tus instrucciones. Por todo ello, Dª Milagros anunció la puesta en marcha a partir de 2008 del Plan de Evaluación Diagnóstica de Canarias que llevaría a cabo el Instituto Canario de Evaluación y Calidad Educativa, dependiente, cómo no, de la propia Consejería, que iba a iniciar esta tarea a partir de julio de 2010 (sí, dos años después). Así todo quedaría en casa y entre cocina y maquillaje se podría falsear la cruel realidad.

Me lo quedo mirando y me pregunto con temor a dónde quiere ir a parar.

- Como los nuevos mandamases de la cosa educativa canaria están tratando de arbitrar un gran pacto social para acabar con el fracaso escolar, considera mi amigo que no es cuestión de buscar culpables sino de ayudar en la búsqueda de soluciones. Entiende, me dice, que debemos aportar algo entre todos para paliar la falta de ideas –y de inversiones- de nuestros gobernantes.

Me echo a temblar porque temo su forma de pensar y le pregunto qué sugiere.

-Te voy a poner un ejemplo, amigo mío, referido a la competencia lingüística. Todos hemos observado cómo, al terminar un partido de fútbol, se suele entrevistar a los jugadores más destacados del encuentro. En muchas ocasiones se hacen preguntas a un deportista local y a otro, pongamos por ejemplo, argentino. Aunque probablemente la extracción social de ambos sea similar, mientras el jugador local farfullará cuatro tópicos de forma ininteligible, el sudamericano expresará sus ideas de manera clara utilizando un vocabulario rico y no precisamente conciso.

-Entonces ¿dónde está la diferencia?

-En el sistema educativo y en la importancia que se le da en uno y otro país a la expresión y comprensión oral y escrita. Debemos, pues, tomar medidas drásticas de inmediato, por lo que propongo que en los niveles educativos obligatorios se introduzca para todos los alumnos una materia que denominaríamos Español, Lengua Extranjera. A los alumnos se les diría que van a estudiar un nuevo idioma que se parece bastante al que habitualmente hablan pero que no es el mismo. Empezarían desde el principio, como en las clases de otras lenguas: “Mi nombre es Kevin Tanausú y tengo 12 años. ¿Cómo te llamas tú?”. Con ello se garantizaría que en el plazo de pocos años obtuviéramos una mejoría apreciable.

-Estás desbarrando, Silvestre.

-¿Desbarrando? Qué va. Además, como no hay buen aprendizaje de una lengua sin lectura, lo complementaríamos con un programa de animación que consistiría en la prohibición absoluta de leer literatura hasta cumplir 18 años.

-Tú estás loco, ¿cómo vas a prohibir leer?

-Claro, al estar prohibido sería mucho más atractivo para los adolescentes. ¿No has leído Farenheit 451 de Ray Bradbury? Me puedo imaginar en los patios de los institutos diálogos como éste:
                          - ¡Chas, loco! Me pasó un coleguita del barrio una cosa de Thomas Mann más guapa!
                          - ¿Qué dices, bro, no será La Montaña Mágica? Pásala cuando la termines que llevo montón de tiempo buscándola.

- Aunque no te lo creas, estas ideas que te parecen peregrinas como todas las mías pueden ayudar a elevar el nivel cultural de nuestros alumnos si, como espero, las hace suyas el Gobierno regional.
- Pero, ¿de verdad quieren acabar con el fracaso escolar en Secundaria para siempre? La solución es radical pero sencilla. Pongan como condición inexcusable haber titulado en la ESO para obtener el carnet de conducir. Te garantizo que empezaría un descuerne general entre nuestros jóvenes que sorprendería a propios y extraños. Ahí queda eso.

Cada día me asombran más las cosas de Silvestre

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